SEXUALIDADES: LA (difícil) GESTIÓN DEL DESEO





SEXUALIDADES: 
TERAPIA GESTALT, INTIMIDAD Y DESEOS ENGAÑOSOS
DESEO ENGAÑOSO NÚMERO 5: LA GESTIÓN DEL DESEO(1) 

"Porque, volviendo a nuestros tópicos y a nuestro deshacer entuertos y engaños, diría que aquí el equívoco es que se nos dice que la sexualidad es muchas veces cosas no claras. Se nos dice que, si no es así, «pierde embrujo, encanto, duende, gracia...»: «Ahora sí, pero no…; ahora no, pero sí…; esto sí, pero, bueno,ya veremos. Dímelo, propónmelo, bueno, ya te llamaré, no sé qué. Ya vamos viendo… Blublublú, blublublú…». Pero entonces,la sexualidad es un mundo confuso, donde no se aclara unx mucho de qué va, de qué viene, ni que está. ¿No? Y esto, claro,tiene mucho morbo, pero también crea mucha disforia para según quién, o según cuándo.

Se puede plantear otra manera de manejar el deseo. Y esa otra manera es con las cartas boca arriba. Es decir, no con lo confuso y oculto, no con el adivíname, please, sino con las cosas más claritas. Qué deseo yo de ti exactísimamente, en qué sitio concreto, que dure cuánto tiempo determinado previamente, y con exactitud temporal suiza o alemana; hecho de qué manera, minuciosa y rigurosamente, cabalmente, sin faltar ni sobrar ni una coma, etcétera… Eso es un CONTRATO. Y respecto a la comunidad, decía Heron:

1. Todo el mundo es amable, es decir, dignx de amar y ser amado.
2. Sí, significa sí aquí y ahora a eso, y nada más.
3. No, significa no aquí y ahora a eso, y nada más.

Aunque, claro, no todo el mundo lo pone tan fácil:

"Enfocada la histeria como un tipo de vínculo social o discurso, todas esas figuras se han constituido en referencia a un saber que no sirve del todo y a un amo (maître) que lo produce y sostiene; movida por una insatisfacción esencial, la histérica ($) busca un amo (S1) que le diga quién es y qué quiere, animándole así a producir un saber (S2) que, a la postre, no tendrá gran interés puesto que nada dice sobre ese objeto perdido (a) que alimenta la permanente insatisfacción"(2)

Bueno, más allá del enrevesado mundo histérico, nos toca entender que, si nos dicen no, hay que entender, en primer lugar, que NO ES NO. No es que —ellas, sobre todo, aunque es de aplicación general— digan que no, pero en realidad sea que sí.Recordemos sucesos como los de los Sanfermines de Pamplona y las violaciones o abusos sexuales.

Pero, en segundo lugar, que no, no es no a mí (globalmente),es no a eso, ahora. No es no a mí, porque yo sea un ser impresentable,indignx y no sé qué. Recordemos: soy amable, dignx de ser amadx. Sino que significa que tú, ahora, no quieres eso conmigo.

Es decir, que es no a eso, ahora, insisto. Pero puede ser sí a otra cosa, o sí a eso luego. Y si me dicen que sí, es sí a eso, ahora;pero no es un sí automático a otra cosa, o sí luego, o siempre,o eternamente. Es sí a eso ahora.

Una. Y dos, que el no, no me mata; que es lo que cree en realidad el niño o la niña que todxs llevamos dentro, porque casi le mata (psicológica o incluso físicamente, a veces) en la infancia.

Recordemos lo comentado respecto a las escenas disfóricas y a lo disfórico en general.Quiero decir que el niñx, cuando por ejemplo sacó la mano de pequeñitx para decir ¡eeeh!, algo pasó que ¡paf! Y entonces —insisto, entonces— hubo daño, o hubo dolor, o ambas cosas. Así que no la vuelve a sacar. Y entonces pierde de vista que ahora ya es adultx. Que ahora puede volver a sacar la mano, digamos,si seguimos con el ejemplo, y mirar cómo la saca. Y si me dicen que no, pues no me va a doler tanto, seguramente. Pero mientras tanto, me estoy poniendo frente a mí mismx de otro modo. Como un ser digno, digna. De vivir, de ser amadx, de ser queridx, de Ser. Y, además, esta vez me pueden decir que sí, quien sabe…

Así pues, en esta manera de enfocar este aspecto de Lo Sexual, de deshacer este entuerto, cada cual se enfrenta a su propio deseo, y va a buscar aquello que quiere. Claro, que no es tan fácil. Porque lo que normalmente nos encontramos ahí, también, lo que se suele encontrar cada cual en ese camino cuando intenta andarlo, es lo que en gestalt llamamos mecanismos de evitación, o lo que el psicoanálisis llama mecanismos de defensa. Es decir, en realidad,todas las zancadillas que me pongo para no conseguir lo que quiero. En la vida como en la sexualidad. No suelen ser muy diferentes.

Como dice José María Álvarez:

(…) El síntoma constituye el compromiso entre la defensa y la pulsión,esto es, el síntoma logra satisfacer parcialmente a ambas. Ese goce oscuro que se adensa en el síntoma constituye la razón última de que nadie renuncie de buen grado a su síntoma —ni a su mecanismo de defensa o evitación, añade servidor—, pues en el fondo el síntoma es la forma de goce más rudimentaria. De ahí que no se trataría de intentar eliminarlo, sino de pulir sus aspectos más espinosos y, en buena medida, tratar de amistarnos con él.(2)

Entonces, se trata de ir viendo esos mecanismos, de ir viendo esas trampas, esas zancadillas al curso natural del deseo, las estratagemas de des-contacto, mirándolas, observándolas ¡y aprendiendo! Pues resulta que ese aprendizaje es de una gran utilidad para la vida cotidiana,que es una gran ventaja esta manera de enfocar el asunto. O eso me dicen.

Es muy válido —precioso, me atrevería a decir— para ver cómo me interrumpo el conseguir lo que quiero. Porque la experiencia planteada de esta manera supone una —buscada a propósito,recordemos la Actitud Teseo— situación de estrés; y todas las situaciones de estrés, en general, sirven para que lo egoico y/o lo defensivo se suelan mostrar de manera más diáfana.

Por ejemplo, supongamos que me encuentro con introyecciones como: «Oh qué chica tan guapa, bueno, pero las chicas guapas son tontas, o sea que esta no me interesa (decía mi mamá)». O con proyecciones como: «Mmmm, me está mirando ese chico, pero me está mirando mal, seguro, me está mirando mal, me está mirando mal, me está mirando mal, etc., etc., etc.»


O con retroflexiones: impulso que tendría que salir hacia afuera,pero se vuelve para adentro. «Me aprieto, me aprieto y me aprieto.Y me paso el rato apretándome, en lugar de ir a el/la chicx. Y le doy al cubata en el bar, tiquitíc, tiquitíc, tiquitíc... (media hora, una hora…). Y se me queda la mano así (torcida), enganchada con los dedos al vaso, de tanto tocarlo, antes que ir al chico o a la chica». 

Entonces, la idea aquí del des-entuerto o des-engaño sería: si manejamos, si aprendemos a conducir lo que queremos con las cartas boca arriba, además de ese aprendizaje, podemos dirigirnos más directamente hacia el propio deseo. 

Por lo tanto, no hace falta esconder lo sexual. Pongámoslo sobre el tapete. Y mi principio es que el límite está en lxs niñxs, en lxs menores. Entre adultos, jugando con las cartas boca arriba, siempre que ambos estén de acuerdo, de entrada, tout est possible, tout est permis («todo es posible, todo está permitido»), como decía Moustaki. Pero no con menores. Eso no, eso no me lo creo. No estoy de
acuerdo con eso.

Pero, salvo esa excepción, ¿por qué es malo que a mí me guste que me digas, por ejemplo, «mira que eres tonto, mira que eres tonto, mira que eres tonto»? Y si a mí me pone que me digas «mira que eres tonto», pues voy por ahí. Te pido un contrato en el que, durante tanto tiempo, en tal sitio, con tal attrezzo, tú me dices «mira que eres tonto, mira que eres tonto, mira que eres
tonto». Y punto.

Los límites los ponen los adultos, las personas. No es malo tener una relación sádica, por ejemplo. No es malo tener una relación masoquista; es enfermo, o puede serlo, que es otra cosa (enfermo en el sentido de limitante, si solo me pongo con eso, si solo me excita eso). Quiero decir, que el problema ahí, en primer lugar, es que hacemos un juicio moral, en lugar de tener una visión clínica o terapéutica, creo, sobre la que habría mucho que hablar y matizar, en cualquier caso.

Si nos encontramos frente a alguien que es sádico con el otro, en la relación sexual, me parece que eso hay que limpiarlo,hay que descifrarlo —el inconsciente está estructurado como un lenguaje, recordemos a Lacan— para ver si está poniendo otro tipo de energía (de cosa) ahí. Hay que pasar el mocho, el trapo, el quitamanchas. Es decir, limpiarlo para depurarlo. Y una vez depurado, si se queda como tal, ahí se queda como tal. Él/ella sabrá, ellos sabrán. El significante habrá conocido al menos a uno de sus significados; el síntoma, al menos a uno de sus sentidos,de sus traducciones, la palabra a alguna de sus frases. A partir de ahí, es la libertad de la persona la que debe regir, me parece. 

Limpiarlo puede ser mirar, Trabajar, por ejemplo: ¿A quién le quiero yo hacer daño haciendo eso, o dejándome hacer eso? ¿Por qué de esta manera? Haciendo esto, ¿de qué o de quien me estoy limpiando o vengando? (o así lo pretendo). O ¿de qué me estoy privando? (y a quien quiero fastidiar con eso). ¿A quién se lo digo, en definitiva, y qué le digo si traduzco el síntoma a palabras?

O una relación masoquista, o sea, sufro, luego existo. Sea en lo literal o sea en lo actitudinal. Eso no es malo; va para terapia, cosa bien distinta. Hay que Trabajarlo. Creo."





Si quieres hacer una experiencia más amplia al respecto, te propongo que te mires la información que sigue aquí




(1) Tomado de Rams, A.: "Sexualidades: Terapia gestalt, intimidad y deseos engañosos". www.edicioneslalave.com. Barcelona 2018. Päginas 166-171
(2) José María Álvarez en www.aen.es/web/docs/Cuadernos6.2.pdf, página 47
(3) Íbid



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