EL MOVIMIENTO INTERIOR: “A LA VERTIGINOSA VELOCIDAD DE LA QUIETUD”






EL MOVIMIENTO INTERIOR: “A LA VERTIGINOSA VELOCIDAD DE LA QUIETUD”[1]
Albert Rams

“La manera más salvaje
selvática y salvadora
de mover el cuerpo, la manera
más sutil y muscular,
más cercana a la Materia
Hecha Fuente Porque Fuente Es,
el movimiento corporal más
insultante de todos y, sí,
si (se) quiere, el más amoroso
es la palabra y hablar.”
Enric Cassases[2]  



1.- Introducción

Quizás resulte extraño al lector/a que, en un número de nuestra querida Revista, dedicada esta vez al Movimiento, aparezca un artículo que quiera hablar de la Quietud, sobre una cierta quietud, claro. Sin embargo, me propongo mostrar – siguiendo ese hermoso verso de Celaya que encabeza el texto[3]– que la quietud del movimiento de desplazamiento, motriz o manifiestamente visible, no significa necesariamente el detenimiento de los movimientos interiores, mini- movimientos, micro- movimientos, e incluso los imperceptibles nano- movimientos. Y que hay quietudes… ¡y Quietudes!.

Decía Simone de Beauvoir[4]:

“El placer sexual en la mujer es una especie de conjuro mágico. Exige un completo abandono. Si las palabras o los movimientos se oponen a la magia de las caricias, el hechizo se rompe”

Y, todavía, que, en determinados estados de conciencia, esa velocidad de los Movimientos Interiores, puede llegar a ser vertiginosa, al igual que el silencio, en algunos estados meditativos puede llegar a ser estruendoso - ¡ah la música callada de San Juan…! Como sonora puede ser la soledad, tal como tan maravillosamente nos contaron el propio Juan de la Cruz o Juan Ramón Jiménez[5].

Tres referencias para empezar y mapear.

Dice este último, Juan Ramón, en “EL SER UNO”:

“Que nada me invada de fuera,
Que sólo me escuche yo dentro.
Yo dios
de mi pecho.

(Yo todo: poniente y aurora:
amor, amistad, vida y sueño
yo solo
universo)

Pasad, no penséis en mi vida,
dejadme sumido y esbelto.
Yo uno
en mi centro”[6]
  

Y dice mi querido Paco Peñarrubia:

“En el libro a cuatro manos de José Luis Sanpedro y el cardiólogo Valentín Fuster (“La ciencia y la vida”) proponen esta primera recomendación para reorientarse hacia la salud: “Lo primero, pararse, para reaccionar al ruido y salir de la sobre-excitación del mundo de hoy”[7]

Añade, por último, Rafa Redondo respecto al Za Zen, en una cita que reproduzco íntegra por su belleza y precisión[8]:

“Permanece atento, completamente atento... porque algo ocurre en la hondura, y en la frontera del aire con la piel; ahí, en la silente simplicidad de nuestro de estar sentados: el empeño de la Vida en animarnos. Así se entiende que una de las traducciones del Za-Zen se “estar sentado esperando la noticia”. Quizá algún lingüista lo desdiga. Me daría igual.

Se trata de despertar del sueño de atribuir a Dios un rostro, para luego poderlo hallar en el propio semblante de la Dicha: cuando en la mansa dádiva de las pequeñas cosas se alumbra la existencia, comenzando por el humilde hecho de respirar. Y sentirse a uno mismo que se es; vivir continuamente el milagro de ser, tan sólo ser…

Párate, por favor. Apéate del trote ajeno. No obedezcas. Para, por favor. Déjale hablar al Fondo. Contempla lo que te arde. Párate, para, párate. Pre-párate.

Alguien –es un decir- me ha enseñado a ser Nadie. Y a no estar. Y - ¡qué curioso fenómeno!- es cuando más presente estoy. Paradójica Presencia, silenciosa Fuerza del Ser, brotando gota a gota del manantial de la propia disolución.

Cuán extraño instinto suicida, dejarse entonces devorar por la triste liturgia de la costumbre. Después de tal constatación no puedo hablar con los expertos del tiempo en el ascensor. Tan sólo cabe el celebrar, pero, ¿a quién le cuentas esto? ¿A quién le digo que el Origen me ha enseñado la liberación de no estar? ¿Quién puede creerse que el mayor arraigo se cimenta en el desarraigo?

Algo – ¿Alguien? - que no nació, inventó la boca humana para poderse decir, poetizar. Alguien más allá de toda forma y nombre, puso en nosotros aliento y voz para poder ser constatado y narrado…

Y le encontré en su vuelo,
y me encontró en su nada,
y me vi con sus ojos.
Cuando yo era nadie,
cuando era nada.
Cuando no era.

Elevarse al abismo, escudriñar dentro de sí, para hallar el primer borrador, la fotocopia inicial del rostro propio antes que el Big-Bang sucediera. Apostar por la Vida es resistirse a morir ciego. Y ver cumplida la promesa: la más antigua fotocopia se hace tangible, se torna cuerpo. Y portalón de salida a la otra parte.

No te mueras sin vivir ni vivas sin morir.
Festeja tu reencuentro,
que hasta el mismo Dios lo celebra,
haciéndose Él desierto

Se trata de notar, sentir, vivir y avivar aquello que en tu pecho se instaló e incesantemente late. Y en cada instante cobra forma. Y crece. Deja este texto, y lee por dentro, léete; eso, léete. Y regala lo que has visto, no lo olvides.”


Partamos nosotros, así pues, de algo aparentemente muy simple, y recordemos, parafraseando a Javier Arenas, que a veces aparentemente, es aparente- m(i)ente. Partamos de la respiración, o, mejor dicho, de la Atención a la respiración.

Recordaré aquí, brevísimamente, que llamo Atención, inspirándome en Gurdjieff, a una especie de Estado de Conciencia Acrecentada que consistiría (el condicional tiene que ver con la idealidad del estado, con su dificultad) en poder estar, en la misma unidad de tiempo y espacio, en un Aquí y Ahora concreto, en un instante y en un sitio:

-          En su nivel más simple (en Primaria, me gusta llamarlo) en contacto con un@ mism@ (también en contacto con un@ misma… cuando hay tormenta, en contacto con el Otro[9], en movimiento, en la vida cotidiana, en situación de estrés… y no sólo cuando el lago está calmado, en quietud, en silencio, en soledad…);
-          En un nivel un poco más difícil y complejo – en Secundaria – en contacto con los Tres que somos cada cual: Yo Cuerpo (Centro Instintivo-Motor); Yo Corazón (Centro Emocional), y Yo Cognición (Centro Mental);
-          Y en su nivel más complejo (o casi, hay más…) en la Universidad, en seis Yoes a la vez: 1.- Yo cuerpo; 2.- Yo corazón; 3.- Yo cabeza; 4.- Yo contacto; 5.- Yo awareness, y 6.- Yo Testigo.[10]

Testigo que no solo encontramos en esta línea Tradicional del llamado Cuarto Camino, sino también en el propio Nietzsche, por ejemplo, el cual, como ya apuntaba en otro lugar[11], deberíamos considerarlo, creo, como uno de los precursores de lo gestáltico:

“Semejante acto no puede ser el de la conciencia vigil – pues el artista está sumido en un excitante olvido de sí – pero tampoco el de una inconciencia pura – porque entonces el artista no sabría que está actuando: “es algo similar – dice Nietzsche – a lo que ocurre cuando se sueña y a la vez se barrunta que el sueño es sueño. De igual modo el servidor de Dionisos tiene que estar embriagado (Rausch) y, a la vez, estar al acecho detrás de sí mismo como observador (Beobachter)”[12]

Así que, ese estado, esa Actitud, es un embriagado (de Vida), que está, a la vez, al acecho detrás de sí mismo como observador. Bueno, eso es la Atención en una de sus máximas expresiones: Dionisos y Apolo… juntos… en tormenta, en esa embriaguez de la que hablan los sufíes, cuando el vino es el Amor, y la embriaguez el Enamoramiento…

“Mi lugar es el sinlugar, mi señal es la sinseñal.
No tengo cuerpo ni alma, pues pertenezco al alma del Amado.
He desechado la dualidad, he visto que los dos mundos son uno;
Uno busco, Uno conozco, Uno veo, Uno llamo.
Estoy embriagado con la copa del Amor, los dos mundos han desaparecido de mi vida;
no tengo otra cosa que hacer más que el jolgorio y la jarana.”[13]


… o lo que describe el actor y monje zen, Peter Coyote, tras un retiro de meditación:

“No puedo describir lo que sucedió después porque en ese instante el lenguaje y el pensamiento se disolvieron enteramente. Las fronteras entre "aquí adentro" y "allá afuera" desaparecieron. El mundo se mantuvo reconocible, como siempre había sido, pero completamente desnudo de lenguaje discursivo y conceptos. Todo parecía ser un fantasma de sí mismo, luminoso pero sin peso ni sustancia. "Yo" había sido reemplazado. Lo más cercano que puedo llegar a describir lo que sentí es una conciencia sin locación física, inseparable de la totalidad del universo. Todo era precisamente como había llegado a ser. El mundo era perfecto, sin tiempo, eterno, yendo y viniendo, como siempre había sido. Cada duda que había albergado alguna vez sobre la práctica del zen se deshizo. El tímido y temeroso yo que había defendido, agrandado, confortado y tratado de mejorar toda mi vida fue descargado de sus labores y todo estaba bien sin él. No había nada que "hacer". Supe irrefutablemente que esto era exactamente lo que había buscado desde la primera vez que leí un libro sobre el zen cuando tenía 16 años”[14].


También habría que decir, continuando, que el calificativo “aparentemente muy simple”, aplicado a la respiración y a la Atención a ella, es un tanto paradójico. Pues, repetiré una vez más, la Atención a la respiración es el instrumento psicológico más poderoso que yo he conocido nunca. Más poderoso en el sentido de que es capaz de sostener y atravesar cualquier Estado de Conciencia de los que he sabido (en el sentido sufí, de nuevo, de la expresión, saber=sabor) en esta ya cuarentena de años de Buscador que lleva uno en la mochila. La Atención a la respiración es capaz de ser el Gran Vehículo tanto en estados de conciencia supuestamente ordinarios (como entrar en un bar a tomar café... la experiencia es otra completamente distinta, no tiene nada que ver, si lo hacemos con Atención a la respiración, o sin esa Atención) como extra-ordinarios, los llamados Estados Alterados, alterados natural… (repetición, lentificación extrema, soledad, ayuno, etc…) o artificialmente (enteógenos: peyote, ayahuasca, LSD…)

Es más, en mi encuadre de primera sesión yo suelo destacar al paciente, y le propongo, además de (1) la lentitud en el discurso (mejor ir en segunda que en cuarta o quinta marcha del coche, en general), (2) el aprendizaje de la auto- escucha - que suelo explicar citando aquellos maravillosos y tan elocuentes versos de Antonio Machado, («Converso con el hombre que siempre va conmigo…»), entendiendo aquí que tanto el «buen amigo» como ese «Dios» (la parte interior más sabia) son un@ mism@; y (3) el ir desarrollando el tri-uno (cabeza, corazón, cuerpo, siempre presentes en todo momento; aprender a ser tres a la vez)… que (4) el asunto principal en el proceso terapéutico es la respiración, es decir, la conciencia y el aprendizaje del manejo de la respiración como vehículo para ser esencialmente, digamos. Algo así como, y les suelo decir: «Cuando no sepas (… quién eres ahora, dónde estás, qué hacer, qué decir, qué estas sintiendo, qué opción tomar) respira, de momento, y sé ése-ésa-eso que respira (o es respirad@) y observa, y aprende. Y luego continúa».

Y por último ahora, antes de proponerte, si quieres, una pequeña experiencia para mostrar eso de los Movimientos Interiores en Quietud, añadiré que creo que, simplificando mucho muchísimo, existen dos tipos básicos de respiración:

1.- La respiración nasal, o “masculina”[15], vertical, en cuya inspiración (sobre todo) encontramos algo que aglutina, que concentra, algo centrípeto, que reúne. Es como clavar una estaca en el suelo (de ahí lo de masculina). Sirve esencialmente para encontrar un centro cuando estoy muy dispers@ o desparramad@. También para calmar cuando me encuentro muy agitad@;

Y 2.- La respiración bucal, o “femenina”, horizontal, en cuya espiración (sobre todo) encontramos algo que suele des-aglutinar, soltar, expandir, aflojar, deshinchar, des-contraer, disolver, “su-spirar”… Sirve esencialmente para licuar o derretir lo que está demasiado duro. Funciona mejor cuando se sueltan las mandíbulas y la lengua, y cuando acompañamos el movimiento espirativo de un aflojar las articulaciones óseas (digamos…) y los músculos.

2.- Una pequeña experiencia

Vayamos ahora a una experiencia actual, si quieres seguirme. Busca una posición cómoda tendid@ en el suelo (mejor sobre una colchoneta, manta o colchón, algo blando) con la cara hacia arriba (tendid@ supino). Pon tu mano derecha en el pecho y la izquierda en el vientre, ésta a la altura del ombligo, o mejor cuatro dedos por debajo (hara).

Observamos en primer lugar durante unos 10 minutos simplemente cómo se hinchan y se deshinchan, pecho y vientre, y esa observación (larga, lenta; muuuuyyyy laaaaargaaaaa… muuuuuuuyyyyyy leeeeennnnnttttaaaaa…) nos permite ir calmando y acompasando/alargando la respiración.

Caigamos en la cuenta de que estamos con la mano derecha en el Centro Medio o Emocional (vinculado al cerebro límbico), y la izquierda en el centro Bajo o Instintivo/Motor (vinculado al cerebro reptiliano) según la Tradición del Cuarto Camino, entre otras.

(Un pequeño inciso antes de seguir, a propósito de ese “entre otras”. En realidad, Gurdjieff copió eso de los Tres Centros de algo mucho más antiguo. En este caso, parece que la primera referencia escrita son los Upanishad(s), unos 1000 años antes de Cristo. Ahí se habla de esa famosa imagen del carro, en donde el propio carro es el cuerpo (Centro Instintivo/Motor), los caballos son lo emocional (Centro Medio) y el cochero es el intelecto (Centro Alto o Mental). El pasajero es el alma, el espíritu, la Esencia, el atman:

“Las enseñanzas de Yama también incluyen notablemente la Ratha Kalpana (parábola del carro, Versos 1.3.3-4), no distinto a (y apenas contemporáneo de) la encontrada en Parménides o la de la obra Fedro de Platón. La parábola de Yama consiste en las siguientes ecuaciones: atman, el "Yo" es el pasajero del carro; el cuerpo es el carro en sí; la conciencia (buddhi) es el conductor del carro; la mente (manas) es las riendas; los cinco sentidos (indriya) son los caballos del carro; y los objetos percibidos por los sentidos son el camino del carro”[16])

Aclarado lo cual, sigamos con nuestra experiencia. Teníamos la mano derecha en el pecho y la izquierda en el vientre. Déjate apreciar los mini movimientos que puede suscitar cada una de esas manos con la respiración hinchándose y deshinchándose. Lentamente, muy lentamente. (Más lentamente todavía…)

Arriba, mano derecha, me dejo notar qué ocurre con mis pulmones, noto los bronquios, la parte alta del diafragma; qué ocurre con mi corazón, con mi garganta, noto la nuez, los músculos alrededor… Dejo que pueda aparecer algún sonido… Lo busco si no aparece.

Dejo que el cuerpo se ponga vibrante, vibración articulada a partir de ese sonido quizás. Enfoco ahora el centro bajo, mano izquierda. Como un instrumento de música, un violonchelo, por ejemplo, que vibrara con los sonidos que salen de la garganta, y los dejo que recorran todo el cuerpo. Lento, muy lentooooooooooo…

Escucho mi propio temblor, mi propio estremecimiento, mi propia palpitación, mi propio silencio. Los dejo resonar. Acompaño esa palpitación con la respiración, ¡Ahhhhhhhh…¡. Modulo el volumen, el timbre, el tono. Dejo que la garganta sienta cada uno de los fonemas de cado una de los sonidos. Dejo resonar el cráneo por dentro. Observo qué ocurre. Lento, muy lentoooooooo….

“En una onda de audio, desmenuzada al detalle, se encuentran todos los matices de una voz real: temblor, entonación, silencios irregulares, ruidos de respiración, etc. Son puntos en una línea, 16.000 puntos en un segundo de voz”[17]

Me dejó hacer en mi expresión sonora personal, así pues, al menos unas cuantas decenas de esos 16.000 puntos.

Dejo que el pecho sea como una caja de piano. Ancho, con su multiplicidad de notas y escalas. Respiro. Que el vientre sea como un tambor. Los sonidos que salen de mi garganta los llevo arriba si son agudos, al Centro Alto; medios al corazón, al centro emocional o medio, al pecho; graves, abajo, al Centro Instintivo / motor, al bajo vientre, al Hara, donde tengo la mano izquierda. Noto ahí la micro-vibración y la dejo bajar hasta la cadera, y hasta el perineo (primer chacra, Mulhadara, entre genitales y ano). Observo que ocurre ahí. Pruebo a imaginar que ahí hubiera una especie de runrún, y veo cómo es en mi caso, si lo puedo notar. Lento, muuuuyyyy leeeennnnttooooooo…

“Pero la lentitud con la que los ancianos nos vemos obligados (…) no tiene por qué ser mala. En este lugar donde el ritmo de mi paso de anciano se acopla a todo cuanto me rodea, me doy cuenta de que normalmente me resisto a andar sin prisas, a moverme despacio. De nuevo es por culpa de mi actitud de querer ser “eternamente joven”. Pero ahora veo con claridad que la lentitud tiene grandes ventajas. Hasta es estético y todo, la fluidez de los movimientos tiene una cualidad que recuerda las secuencias de taichí, aunque sin la estricta disciplina de este ejercicio. A veces, al levantarme parsimoniosamente de la silla, primero comprobando mi equilibrio, después poniéndome en pie y dirigiéndome con paso calmo a la ventana, me siento como si estuviera ejecutando el baile elegante y natural de un anciano. El impulso se acopla al movimiento”. [18]

Atiendo también, al mismo tiempo – insisto, esa es una de las claves, al mismo tiempo, «en la misma unidad de tiempo y espacio»– al Centro Medio. Corazón, Anahata, cuarto chacra. Es la música del decir. Como si cantara en lugar de solo sonar los sonidos de mi garganta, entono, le doy el timbre y el ritmo. (Lo intento, claro). Le doy melodía, como un bolero, como un tango, como heavy metal, como una balada, como una bulería, como un chotis, depende.

Mientras tanto y, en lo posible, sin que eso interrumpa ese Viaje, intento ampliar lo sensado (cuerpo) a lo sentido (emoción, sentimientos, estados de ánimo), a lo pensado (pensamiento), y a lo imaginado (intuición), por seguir la nomenclatura jungiana para el Gran Cuaternario Humano. Me dejo venir emociones, pensamientos, imágenes, músicas, colores, escenas, recuerdos, flashes… y les doy, como siempre en Gestalt, su tiempo y su espacio.

Si el lector me ha seguido hasta aquí, y ha llevado a cabo esta micro experiencia: ¿no es, vertiginoso o, como mínimo, vivaz, vivo, lo que puede llegar a ocurrir en la aparente quietud?

El tronco del árbol no se mueve… aparentemente. Pero en determinados estados de conciencia – por ejemplo, meditación profunda, conciencia exacerbada, Atención Plena… – se puede apreciar su movimiento interior, el correr de la savia, la vibración que emite. No sé si el lector tendrá la experiencia de abrazarse a un árbol estando “así”. Si la tiene, sobran las palabras. Si no, también sobran, mejor experimentarlo, en un momento de apertura, claro, si no es pura madera “muerta”. Experimentarlo las veces suficientes como para poder percibir alguna cosa. Quizás “la vertiginosa velocidad de la quietud” del árbol… y la propia, si un@ sabe hacerlo.

3.- La incubación pitagórica

En la antigua Grecia, Parménides y Pitágoras practicaron y enseñaron lo que podríamos llamar la inmovilidad iniciática (en cuevas incubatorias, o plutonium[19]): el iniciad@ descendía acompañado del sacerdote, y la persona “se quedaba dormida y soñaba, o bien entraba en un estado que, según las descripciones, no era ni sueño ni vigilia, hasta que terminaba por tener una visión”[20]

“Lo importante era no hacer nada. El momento culminante se producía cuando el enfermo no se debatía ni hacía ningún esfuerzo, sólo tenía que rendirse a su condición. Se acostaba como si estuviera muerto: guardaba sin comer ni moverse, algunas veces durante varios días seguidos. Y se aguardaba a que la curación llegara de otro lugar, de otro nivel de conciencia y existencia (…) Las semejanzas entre estar acostado para la incubación y aproximarse al estado de la muerte estaban muy claras para los griegos. Eran evidentes en la quietud semejante a la muerte, en el modo en que los lugares de incubación se consideraban puntos de entrada al inframundo. (…) El éxtasis de Apolo era distinto del éxtasis de Dionisos. No tenía nada de desenfrenado o inquieto. Era intensamente privado, personal. Y tenía lugar en una inmovilidad tal que podía no advertirse o podía tomarse por otra cosa. Pero en esa quietud total existía una libertad total a otro nivel”[21]

La palabra griega que significa quietud es hêsychia, “que implicaba automáticamente silencio”[22].

Pero la hêsychia (o hésychia) es también lo que buscaban los primeros Padres de la Desierto que se retiraron al Gran Yermo en el S.IV de nuestra Era, cuando el emperador Constantino declaro la cristiana como religión oficial del imperio.

[Cuando el emperador romano Constantino dictamina que el cristianismo es la religión oficial del Imperio romano en el 313 d. C., hay varia gente noble –en el mejor sentido de la palabra, es decir, el no aristocrático, sino ético del término– que dice que nanay, que por ahí no van los tiros. Que ese no era el mensaje original de un tal Jesús. Surgirán entonces prácticas ascéticas, cenobíticas, monásticas, de silencio interior, y diversos personajes eminentes (patriarcas, santos hombres, anacoretas…) se retirarán al desierto (Egipto, Siria, Palestina…) y a las cuevas buscando (a Dios y a sí mismos en) su propio interior. Se los llamó los «padres del desierto», y buscaban: «lo que en griego se ha llamado hésykia, es decir, una “paz interior” para posibilitar la re-unión o “unión mística” con Dios».][23]

Así es que reencontramos ochocientos años después (s.IV a.C versus s.IV.d.C) ese binomio inmovilidad (de una cierta manera, claro), y encuentro o búsqueda de lo divino. Aquellos que nos van a aportar lo que hoy llamamos Eneagrama (junto con las aportaciones de los sufíes unos siglos después, y las legendarias de los babilonios nunca del todo verificadas) practican el retiro/ inmovilidad/ encuentro… (inicial) con El Diablo, que suele ser, como insisten las Tradiciones, lo primero que uno encuentra en la búsqueda del Dios Interno. De ahí saldrá el concepto y la clasificación de pecados capitales, o sea, de las principales maneras de caer en el tropiezo, significado latino, o de no acertar en el blanco (por tener la mente nublada), significado griego de pecado.


4.- El Bolero de Ravel, y una segunda experiencia

Un buen ejemplo de esa “vertiginosa velocidad de la quietud”, y una segunda experiencia que propongo al lector/a, es una manera particular de escuchar el archiconocido Bolero de Ravel. En su día, hace ya unos cuantos añitos (¡ay, juventud!) fue realmente impactante para quien escribe, cuando la aprendí, como tantas otras cosas, de Claudio Naranjo.

A.- Preliminares

El Bolero de Ravel diría uno que está compuesto para ser bailado. Y es verdad. Maurice Ravel lo compone para Ida Rubinstein, una famosa bailarina y empresaria rusa, y también para su compañía en 1928[24],

“El Bolero es un “movimiento orquestal inspirado en una danza española, (que) se caracteriza por un ritmo y un tempo invariables, con una melodía obsesiva —un ostinato— en do mayor, repetida una y otra vez sin ninguna modificación salvo los efectos orquestales, en un crescendo que, in extremis, se acaba con una modulación a mi mayor y una coda estruendosa”[25]. Decía el propio Ravel:”Es una danza en un movimiento muy moderado y constantemente uniforme, tanto por la melodía como por la armonía y el ritmo, este último marcado sin cesar por el tambor. El único elemento de diversidad es aportado por el crescendo orquestal”[26]

Esa melodía que se repite una y otra vez durante 15 minutos aproximadamente (depende de versiones) evoca la repetición como elemento natural alterador de la conciencia. Si nos fijamos, la repetición está presente en la mayaría de las grandes Tradiciones de Sabiduría (letanía en el catolicismo, oración continua del corazón en el cristianismo ortodoxo, postraciones en el islam, mantrams en el budismo, cantos mántricos en el hinduismo, movimientos repetitivos de la cabeza frente el Muro de las Lamentaciones o Hakótel Hama'araví  en el judaísmo…)

Hay un principio neurofisiológico para ello. El sistema reticular actúa como secretari@ del córtex, el cual regula estado de alerta, la lógica y el razonamiento crítico.  Cuando se produce un estímulo repetitivo, es como si el sistema reticular le dijera a la corteza: “¡Descansa, jef@!. Ya me ocupo yo”. Y ahí cambiados el estado de conciencia de Ondas Beta o de vigilia, por un estado Alfa (meditación/relajación), Delta (sueño) o Theta (estados alterados de conciencia y emergencia del Inconsciente individual y/o colectivo)

Así que la propia estructura del Bolero nos ayuda, si nos dejamos y sabemos cómo, a “colocarnos” (en ambos sentidos de la palabra) en otro lugar, en otro estado, en otro mundo…

B.- Pautas de escucha


La idea es que el Bolero me baile, en vez de bailarlo yo. Como si un@ se tomara una sustancia enteógena o una medicina, y la dejara hacer por dentro, con ciertas pautas, eso sí:

1.- Imagina una serpiente en tu perineo, que se va desplegando, desplegando, haciendo movimientos circulares en espiral hacia arriba cada vez más amplios, coincidiendo con el crescendo de volumen y la incorporación de cada vez más instrumentos en la orquesta. Imagínalo como un sensual movimiento/despertar kundalínico… sin moverte tú. O apenas, solo micro-movimientos, o mejor nada, pero bland@, poros@, sin rigidez…

2.- Lleva la percusión del tambor/caja al Centro Bajo (pelvis, Ritmo); la melodía al Centro Medio (corazón, Melodía) y el bajo (binario, o ternario de bolero) al centro Alto (cabeza, Armonía). Prueba a escucharlos dentro de ti, primero por separado, y luego juntos, a la vez, y déjate que estalle el festival dentro de ti, sosteniéndolo con la respiración, sin contracturarte, sin encogerte, como una buena amante que se deja penetrar y se suma al festín… abriéndose por dentro…. ondulante…

Ambos elementos combinados evocan o pueden llegar a suscitar un estado particular, como veremos en un momento a través de un ejemplo real. Hay el movimiento lento y sinuoso, cada vez más amplio, de la “serpiente” en espiral, que podríamos decir que evoca Lo Vertical en sentido ascendente; y Lo Horizontal en esa ampliación progresiva de superficie. Y hay el triple movimiento de percusión, melodía y bajo sonando a la vez.

Es como un castillo de fuegos artificiales, como una mascletá de mi tierra valenciana… moviéndonos por dentro, sonando por dentro, si nos dejamos…

Ambos, Lo Vertical y Lo Horizontal evocan la “cruz”:

“… (…) uno de los símbolos que se registra desde la más alta antigüedad: en Egipto, en China, en Cnosos de Creta, donde se ha encontrado una cruz de mármol que data del siglo XV a.C. La cruz es el tercero de los cuatro símbolos fundamentales con el centro, el círculo, (y) el cuadrado. Establece una relación entre los otros tres: por la intersección de sus dos rectas que coincide con el centro abre éste al exterior; se inscribe en el círculo y lo divide en cuatro segmentos; engendra el cuadrado y el triángulo, cuando sus extremidades se enlazan con cuatro rectas. La simbólica más compleja deriva de estas simples observaciones: ellas han dado nacimiento al lenguaje más rico y más universal.” [27]


C.- Un testimonio


Quiero terminar, tal como anunciaba, con un testimonio de la última vez que he propuesto este Trabajo sobre el Bolero que acabo de comentar. El marco es el Curso de Especialización sobre Abordaje Terapéutico de la Sexualidad que, por primera vez, tras más de treinta de Taller de Sexualidad, estoy realizando en 2016 en Barcelona, y Dm, en 2017 también en Madrid, además de en la ciudad condal.

Cedo las últimas palabras de este artículo a la protagonista:

“En un principio tomé un tiempo para identificar los tres movimientos por separado. Este ejercicio de clasificación me resultó fácil y también el enlazarlos al centro correspondiente uno a uno, es decir, lo que yo comprendí como “escucharlos” desde esas distintas partes.

La cosa se complicó cuando comencé a querer hacerlo simultáneamente. Era relativamente “sencillo” ubicar dos, pero el tercero era imposible, se escapaba. Trataba de colocar el de la cabeza cuando ya tenía los otros dos “funcionando” pero no era posible. Y cuando conseguía colocar el centro alto, perdía el centro bajo. Lo que sí iba percibiendo es que a medida que avanzaba en la práctica iba apareciendo un espacio mayor, como una conciencia más amplia, sobre todo a partir de utilizar dos centros a la vez. También me percaté de que el que menos me costaba mantener era el centro medio, el del corazón. Me parece lógico siendo el mío un carácter emocional desde la perspectiva del eneagrama. Esa dificultad de mantener unidos el centro bajo y el alto, el instinto y lo mental tiene su resonancia también en mi vida. Y cómo al unir instinto y corazón, no era fácilmente accesible el mental.

Así estuve jugando con “encajar las piezas del puzzle” buena parte de la obra. A veces, parecía que, por unos instantes, las piezas querían entrar y alinearse; pero apenas eso era intuido, era rozado, aparecía un sobresalto, un susto que impedía que la cosa se completara. Dándome cuenta de ello, respiraba y volvía una vez tras otra a procurar esa sincronización de a tres, sin mucho más éxito.

Pero de cara al final del Bolero, fue ocurriendo el milagro… Empecé a sentir que cada cosa se colocaba en su lugar, lo de arriba con lo de arriba, lo de abajo con lo de abajo y lo de en medio con lo de en medio. Y digo “se colocaba”, porque no tuve la sensación de ser yo quien lo hiciera, pareciera como si algo hubiera tomado el mando… De repente se hizo más espacio y… ¡click!  encajaron todas las piezas…y entonces me convertí en el contenedor de la misma Vida! ¡¡¡Sentía como si Toda la vida estuviera dentro de mí!! Una dicha y una energía inmensa me arrasó y todo se completó. Era tan indescriptible y absolutamente intenso lo que acontecía que por instantes parecía que mi cuerpo no pudiera sostenerlo. Y rebosé en lágrimas y en absoluta felicidad ante Aquello que me sobrepasaba y que tenía aroma a Perfección y Divinidad. Y aún se tornó más intenso en ese “in crescendo” que parecía llevarme hasta los límites de lo humanamente sostenible hasta que la pieza tocó a su fin, en ese éxtasis final, absolutamente catártico. Luego, aún muy conmovida por la experiencia respiré gozosamente esa intensidad, acogiendo la deliciosa vibración que sucedía aún dentro de mí, que se fue calmando, dando paso en un silencio profundo, íntimo, preñado de deliciosa paz”.[28]



Si quieres hacer una experiencia más amplia al respecto, te propongo que mires la información que sigue aquí








[1] Celaya, G.: “Cambio de velocidades" en "Buenos días, buenas noches". Madrid. Ayuso. 1978 Gracias E., de nuevo...
[2] Traducción personal de “"La manera més salvatge/ selvàtica i salvadora/ de moure el cos, la manera/ més subtil i muscular, / més a prop de la Matèria/ Feta Font Perquè Font És,/ el moviment del cos més/ insultant de tots i, sí,/ si vol, el més Amorós/ és la paraula i parlar."

[3] Gracias de nuevo E., por descubrírmelo
[4] Gracias V.M.D. en Face 03.03.18.
[5] Jiménez, J.R.: La soledad sonora. Taurus. Barcelona
[6] Herrera, M.A.: Juan Ramón Jiménez en la mar. Hinduismo y sufismo en la poesía de Juan ramón Jiménez. Rauda ediciones. Malaga. 2016. Página 100
[8] Rafa Redondo en Facebook
[9] En el sentido no-lacaniano de la expresión, sino como L@s otr@s, en general
[10] Véase para ampliar Rams, A.: “Gestalt y Atención: presencia y espiritualidad en la experiencia terapéutica”. www.edicioneslallave.com. Barcelona.2015. Páginas 51-58
[11] http://www.plataformaeditorial.com/ficha/285/0/5157/ser-padre-hoy.html
[12] Cruz, J.: Sobria Ebrietas. www.sabiduría.es 13.06.2005
[13] http://www.mevlana.ch/index.php/es/mevlana-celaleddin-rumi/poemas/341-poemas-de-amor-de-mevlana
[15] Nada que ver con el género, hombre o mujer, es algo que tod@s tenemos
[16] http://hermandadblanca.org/author/jorge-coordinador-ghb/

[18] Klein, D.: Mis viajes con Epicuro. Urano. Barcelona. 2013. Páginas 52-53
[19] De Plutón o Hades, porque se trataba de una muerte en vida, de un descenso al inframundo.
[20] Kingsley,P.:  En los oscuros lugares del saber. Atalanta. Girona. 2006. Página 78
[21] Kingsley, P.: Ibid. Páginas 7, 98 y 106.
[22] Kingsley, P: Ibid. Página 164
[23] Rams, A.  Ser padre hoy. Terapia Gestalt y paternidad. Plataforma. Barcelona. 2016. Página 135
[25] Ibid, Wikipedia/Bolero

[26] Ibid, Wikipedia/Bolero
[27] Chevalier, J & Gheerbrant, Ch: Diccionario de los símbolos. Herder. Barcelona. 1999
[28] Gracias S.B.



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