Hacer nada... (en particular)
Hacer nada... (en particular)
“El sabio
aprende a desaprender,
Volviendo sobre
el camino que la masa desaprueba;Y adhiriéndose a la espontaneidad de los seres,
No hace nada”.
LaoTsé[1]
El capítulo que
sigue, capítulo final de este libro, quiere ser una suerte de síntesis. Una
especie de lugar de llegada - hermano gemelo del lugar de salida, desde luego -
a la vez que melodía de recorrido, canción de camino, algo que he venido
practicando, viendo de aprender y enseñando tímidamente en los últimos años.
Es el fruto, por
un lado, de diversas y anárquicas experiencias desarrolladas sobre todo entre
1992 y 1998 en diferentes ámbitos: sesiones individuales, de pareja y de grupo;
talleres, seminarios, algunas conferencias, grupos de formación y otros. Y
sobre todo, en cuanto a sistematización se refiere, el resultado de un grupo
específico de dos años (1999-2000) al que convinimos en llamar “Grupo de
Mayores”, una especie de post grado muy sui géneris con terapeutas ya formados
y gente muy currada en trabajo personal, un grupo sin programa y sin tarea
preconcebida, en donde los participantes tuvieron la confianza y la valentía de
embarcarse. Quiero dar las gracias a todos los que participasteis, sufristeis y
gozasteis de esa experimentación y de las que la precedieron y acompañaron.
Como dice Llach, “Sou vosaltres els que heu fet del silenci (inici de) paraula”
En principio,
podríamos decir que hacer nada es imposible. Empecemos por ahí. En el sentido
literal de la frase uno siempre está haciendo algo, aunque esté inmóvil y
aunque esté quieto; aunque no haya una acción, aunque no haya movimiento.
Porque aunque estemos inmóviles estamos pensando, estamos sintiendo, estamos en
babia, in albis, “en blanco”, estamos... Así que de entrada decir que, en el
sentido directo de la frase... Le comentaba a mi hijo, con 11 años en aquel
momento, el título del texto en el que trabajaba y me decía: “Eso es imposible,
papá”. Tenía razón, creo.
Bueno. No sé si
imposible, pero me parece tremendamente difícil hacer nada también en el
sentido no literal de la expresión. Es decir, yendo al final, a la conclusión del
asunto antes de intentar abordarlo por diferentes lados, yo creo que hacer nada
sólo lo consiguen los maestros, los maestros de trabajo interior o los maestros
espirituales, o los maestros de cualquier profesión que han amaestrado su
oficio de tal manera que consiguen un hacer que es nada en particular. Y éste
es ciertamente uno de los primeros sentidos que debería ir con el titulo. De
ahí la coletilla que sigue a los puntos suspensivos en él. Se debería llamar en
realidad hacer nada en particular, en lugar de hacer nada.
Hacer nada, así pues. Una cosa muy extraña, muy poco frecuente, muy difícil de ver o de compartir, una rara avis. Dicho esto, lo que voy a intentar como decía, es entrar al asunto por diferentes aspectos, como si uno fuera metiendo cuñas o falcas en la tierra para aguantarla mientras vamos cavando y accediendo al agujero central donde anda la veta que buscamos... o al propio agujero.
En primer lugar
creo, como anunciaba, que hacer nada es diferente de no hacer nada. No hacer
nada entraña, por su propia construcción sintáctica negativa [“no...”], una
actitud de evitación, de huida, de contención, de represión, de aguantar algo - la acción en este caso - que no está presente en lo que entiendo como hacer
nada. Hacer nada en cambio sería lo que alguien puede conseguir - si lo
consigue - cuando deja de intentar tanto hacer algo en concreto, como no hacer
nada. Al mismo tiempo, simultáneamente, atendiendo a ambas cosas a la vez.
Un ejemplo que
me parece ilustrativo tiene que ver con las fases de trabajo con el carácter en
el eneagrama según el enfoque de Claudio Naranjo. Una brevísima introducción a
ello para quien no conozca el asunto, aunque he venido abordándola con
diferentes paráfrasis en capítulos anteriores. Vamos de nuevo a otra de ellas
por un instante.
La idea es que
hay un carácter, una máscara, una armadura, un personaje interno que se ha ido
desarrollando en la niñez, y que se constituye en una especie de tirano
interior que nos hace actuar más automáticamente de lo que creemos. En la
manera de verlo del eneagrama hay 9 tipos fundamentales. Aunque es algo
aplicable a muchas maneras de entender el proceso terapéutico, sino el proceso
vital, me parece que las fases que según el trabajo del doctor Naranjo aparecen
ahí, ilustran significativamente uno de los aspectos principales de ese hacer
nada. Así que a ello me referiré.
Cuando en el
proceso de auto-conocimiento nos encontramos con el carácter, es decir, con la
personalidad entendida como prisión, con el conjunto de maneras que uno ha
decidido (falsamente) “ser” - con la neurosis entendida como un conjunto de
pensamientos, emociones, acciones, actitudes y comportamientos que son
automáticos y, muy particularmente, que se nos escapan de las manos - hay una
primera fase en el trabajo terapéutico, de auto-conocimiento o de Trabajo
Interno (Fase I) en la que se suele recomendar precisamente no hacer nada (con
ello): observar los pensamientos que surgen, las emociones que nos suceden, lo
automático de las acciones que aparecen y que hacemos, y simplemente
registrarlas. Digo que ahí sería no hacer nada porque la actitud, la propuesta,
es no oponerse. No hacer nada... más que registrar.
Pongo un
ejemplo. Supongamos que frente a una confrontación, es decir, a un
enfrentamiento, a una discusión, alguien se encuentra con que siempre ríe - “
ja, ja, ja “ - Es algo que siempre ocurre, u ocurre frecuentemente o muy
frecuentemente y, muy especialmente, que sucede más allá de mi propio control.
Entonces, ahí el trabajo de no hacer nada sería por ejemplo: “Día 19 de
febrero, 20.30 horas, me cabreo con fulanita y en lugar de decirle que estoy
cabreado, río "ja, ja”. Registro sin intervenir. “21 de febrero, 9,15: En el
trabajo mi jefe me pega una bronca injustificada y yo, en lugar de decir lo que
pienso, digo ja, ja y despisto”. Registro sin intervenir. Etcétera.
La actitud es de
no hacer nada más que registrar y poner atención en aquello que está ocurriendo
y que voy viendo que es repetitivo. Entonces nos solemos encontrar con que hay
una serie de pensamientos o iconos fijos, de emociones y sensaciones que se
repiten y de acciones o actitudes que suceden una y otra vez. La actitud de
no-intervención y el registro minucioso y continuado permiten ir viendo cuáles
son en concreto en cada persona y cómo se manifiestan. El shock emocional puede
ser profundo y debe ser clínicamente bien acompañado. Si no, es posible
encontrarse con consecuencias “desagradables”, es decir que nos van a requerir
más trabajo como terapeutas o acompañantes,
Y existe el riesgo de malgastar el tiro, según mi experiencia, de
desaprovechar un poderoso instrumento por un error de timing.
Hay una fase
siguiente del trabajo (Fase II) que es lo que se suele llamar la guerra santa.
Concepto confuso en nuestros días, mal y muy interesadamente utilizado. Guerra
Santa entendida como Santa Guerra, como una guerra interior, una guerra contra
el propio ego - “Donde dije Diego digo Ego” dice Aute en sus Poemigas[2]
- no entonces como una guerra contra el otro, ni contra el mundo, ni por
supuesto contra los “infieles que no comparten mi delirio”. Ahí la propuesta es
enfrentarse a, luchar contra y, digamos, el esquema sería: “cuando me encuentre
con fulanita, y ocurra aquello, en lugar de reír voy a dejar de reír”. (¡Glups...¡)
Ahí nos ponemos
a hacer algo contrario al propio automatismo, por lo tanto hay una actitud de
ir en contra de o de luchar contra eso que pasa dentro de nosotros y que se nos
va de las manos. Eso que siempre se repite, “eso que - hasta que empecé a verlo
de otra manera o a sospechar que podría ser de otra manera - creía que era yo”.
Entonces, bueno, si en la primera fase era no hacer nada, ahí es ir contra, es
intentar cambiar las actitudes automáticas.
Y hay una
tercera fase (Fase III) que, tal como yo lo veo, corresponde a ese primer giro
semántico de la expresión hacer nada, en el que la cosa es que ya no importa
tanto si me río o me dejo de reír, si me cabreo o no me cabreo. Sino que fruto
de todo ese trabajo realizado, primero de observación y después de ponerse
frente a, si me río me río de otra manera, porque me río con la conciencia más
clara o más intensa o más global, en definitiva más propia, de que me estoy
riendo. Y si no me río también está bien porque actúo con la conciencia de que
no me estoy riendo. Me percato de ello.
Entonces,
digamos que “nada” se referiría aquí mas bien a eso: “Cualquier cosa que haga
es oportuna porque detrás hay un camino que me ha permitido ver aquello para lo
que estaba programado, la salida de esa desprogramación y entonces puedo ir por
aquí, o puedo ir por allá”. Lo importante, además del eventual cambio
comportamental, es la calidad de atención, y ahora propiamente de Atención, que
ha surgido con todo ese trabajo y que suele ser cualitativamente diferente.
Así pues ese
hacer nada desde este primer prisma se refiere a que ya no importa tanto
tantísimo que tome una opción o que tome otra. En la primera fase (I) somos
prisioneros de un automatismo, del automatismo del (inevitablemente) hacer,
pensar, sentir... de una manera determinada; y en la segunda fase (II) somos
prisioneros de la guerra contra el automatismo, del surtout pas, del por nada
del mundo hacer, sentir, pensar aquello, dicho hiperbólicamente. Así pues, en
ambos casos somos prisioneros. Ambas fases tienen aspectos positivos y
negativos, digamos. Entonces podríamos decir que esa tercera etapa de hacer
nada se caracteriza porque hay mayor libertad, porque ya no es tan fundamental
el tipo de reacción que tengamos. Porque lo que importa, repito, es la conciencia
que hemos desarrollado en ese proceso. Es el multi-repertorio de conductas
posibles por verdaderas y por nuevas, y su pertinencia ad hoc, lo que sustenta
nuestra mayor libertad interna.
En ese hacer
nada hay también un paralelismo con el jóker del poker con el comodín de la
baraja ( de la Baraka...) española, en el sentido de que es posible poder
ocupar no importa qué lugar, porque todos los lugares que ocupo son parte de
mí, porque he aprendido a ser cada uno de esos yoes ( cartas, aspectos,
Arcanos) diferentes. Y, claro, el paralelismo se extiende y encuentra
plenamente al Loco del Tarot. El “Arcano sin Número”(¡), el Cero. Recordemos
aquí el “lo” y lo neutro del capítulo anterior. Pero el Loco es “Le Mat” en el provenzal
original, que también es el tonto, el memo[3]
(¡), el estúpido en el sentido del Nasrudin sufí: el inocente, el in - nocente,
el que no tiene daño que hacer, el que no es nocivo, el que está tan vacío y
tan limpio que puede ocupar cualquier lugar. Es decir, el que puede ocupar
aquello de la propia identidad que no es un lugar que, en realidad, (también)
soy (yo)
Así que también
hacer nada se refiere, me parece, a no apegarse excesivamente a la forma de
algo. Ese nada sería lo que tienen en común las diferentes formas, que son
diversas, pero que guardarían un punto en común, si uno es capaz de percibirlo
desde ciertos estados de conciencia. Es entonces poder “ver” ese punto común,
ver esa unicidad en la multiplicidad, lo que creo que permite que cualquiera de
las opciones puedan ser más factibles, más adecuadas o eventualmente más
pertinentes.
Dice
Schopenhauer, el “apasionado y lúcido Shopenhauer”, como le llama Borges:
“Quien me oiga
asegurar que el gato gris que ahora juega en el patio, es aquel mismo que
brincaba y que traveseaba hace quinientos años, pensará de mí lo que quiera,
pero locura más extraña es imaginar que fundamentalmente es otro (...) Destino
y vida inmortal quiere la leonidad que, considerada en el tiempo, es un león
inmortal que se mantiene mediante la infinita reposición de los individuos,
cuya generación y cuya muerte forman el pulso de esa imperecedera figura. (...)
Una infinita duración ha precedido a mi nacimiento, ¿qué fui yo mientras tanto¿
Metafísicamente podría quizás contestarme: [Yo siempre he sido yo, es decir,
cuantos dijeron yo durante ese tiempo, no eran otros que yo]”[4]
Volvamos al
ejemplo. En el caso que he comentado (el de la confrontación), sería reírse a
propósito pongamos por caso. Ya no es una risa que me sale y se me lleva, sino
que hay una posición de: “Ah, voy a hacer lo que he hecho siempre pero de otra
manera”; y el hecho de ponerle intención al asunto ahí... cambia la cosa. O:
“voy a enfadarme mucho, o voy enfadarme poco, o voy a pasar del asunto sin
enfadarme ni reírme, o voy a darle las gracias (pero de verdad, o de mentira
clara...) a la otra persona, o...” Con la atención puesta entonces en que, en
realidad, son formas diferentes de algo que tienen en común: el punto en que me
puedo sentir yo en cada una de esas maneras. Y ahí la cosa cambia, insisto.
Cambia bastante, vamos... Recordemos aquí lo que decía Lacan, retomando algo
del primer capítulo, de que el asunto principal o más nuclear de la angustia,
elemento constitutivo del mortero de toda patología, no fuera la fantasía de
castración sino la de fragmentación. Aprender a ser eso que une los fragmentos
es una especie de seguro de fragmentación, o de desangustia en la
fragmentación.
Otro ejemplo de
este asunto de la forma y del nada, sería el tema de las decisiones. A veces
nos encontramos en la vida con un subidón de ansiedad o de pánico porque nos
parece que tenemos que decidir algo ( mejor dicho, decidir ¡ya¡...) Por ejemplo
conservar o dejar una relación, tomar este trabajo o tomar el otro, cambiar de
casa, quedarse en este país o irse a otro, ir por aquí o ir por allá... …- éste
me parecee es uno de los casos en los que nos dejamos atrapar - comer - por la
forma en que se presenta el asunto. De tal manera que el mapa interno es, sobre
todo cuando sube la angustia, que hay una decisión buena y una decisión mala.
Porque, entre otras cosas, decidir es una manera “excelente” de quitarse la
angustia de encima, y eso es maravilloso. Y, algunas veces, estoy pensando en
casos que he tratado en la consulta, que de acertar la decisión depende
mucho el resto de mi vida ( por ejemplo
en el caso en un carácter pasivo-femenino, oral pasivo, o eneatipo 7 según
diferentes taxonomías) Incluso en casos exagerados - estoy pensando en otro
paciente en concreto - es como que si
acierto en la decisión ya no voy a tener nada más que hacer ya... o en la vida,
y si fracaso en la decisión todo está perdido. Entonces ahí el hacer nada ¿qué
sería?
Bueno, pues
sería desvelar el engaño. Poder ver el asunto como que no hay una decisión
buena, completamente ok, y una decisión mala, completamente no-ok. En primer
lugar porque no suelen haber sólo dos opciones visto el problema “primmiradamente”[5],
con mirada ajustada, cosa que sí suele ocurrir cuando algo lo subimos a la
cabeza y la cabeza ( hemisferio izquierdo) lo secciona ñ para esto está... - y
lo divide en: o esto o aquello. Cuando podemos aplicar una atención más
integral nos damos la posibilidad de ver que hay diferentes matices entre ambas
opciones. Pero sobre todo eso lo podemos ver cuando nos ponemos también en la
posición de, por ejemplo: “ambas opciones son ok, ambos caminos son posibles y
no es que haya una decisión buena o una decisión mala absolutamente, sino que
esta decisión es como estar en una bifurcación de caminos - que ya no es
bifurcación porque se ha ampliado el repertorio hacia una multifurcación - y
podemos ver que es una cuestión de grados, que ambas opciones o todas las
opciones o las varias opciones son ok para mi... si yo me abro y amplío así mi
identidad”. Algo así como: “En este camino me voy a encontrar con esto a favor
y con esto en contra, voy a ganar esto y voy a perder aquello, probablemente me
encuentre con tal tipo de cosas y me desencuentre con tal tipo de otras. Y en
la otra opción me voy a topar con esto a favor y con esto en contra, va a
implicar mayor dosis de esto y menor dosis de lo otro; pero que por lo tanto lo
importante no es la decisión que tome sino el que siga en contacto con eso que
me voy encontrando, sea lo que sea”. Entendiendo que son opciones que me van a
llevar a consecuencias y a posibilidades diferentes y diversas.
Entonces la
cuestión deja de ser tan obsesivamente ese “hacer aquello, o morir” ( exagero,
claro) y en ese sentido lo llamo hacer nada, o hacer nada en particular. Puedo
ir por aquí o puedo ir por allá, porque de ambas maneras soy yo.
Otro matiz, que
quizá ya conocerá el lector, es lo que Perls llamaba “nothigness” o capacidad
de ser nada, o cualidad de la nada (vuelvo a una cita tantas veces utilizada)
Decía Fritz:
Esa capacidad de
ser nada ñ esa nadiedad, o nadeidad -
sería en mi opinión uno de los fundamentos del estado saludable. De eso ya
hablé en mi primer libro, al que me he venido refiriendo[7],
pero me gustaría redecirlo aquí ya que tiene que ver con el tema que nos ocupa.
Digamos que hace nada quien puede ser nada, y puede ser nada quien se desapega
de la forma de ser. Quien aprende a sentirse ser en cualquiera de las formas
posibles (de ser); es decir, de ser yo o de ser un@ mism@.
Resumiendo, el
asunto es que ñ como ya sabrán seguramente la mayoría de los lectores - cuando
nos formamos como personas, vamos formando la identidad, además de por factores
genéticos, por respuestas al y del ambiente; y según lo premiada o castigada,
lo reforzada o inhibida que encontremos tal actitud o tal conducta, vamos
decidiendo: “yo voy a ser o yo soy así, y no asá”.
Por ejemplo, “yo
soy fuerte” o “yo soy ingenua” o “yo soy lista” o “yo soy raro”; y entonces
vamos haciendo como un dibujo de nosotros mismos en el que vamos metiendo
dentro - como lo que hacemos con los
colores cuando pintamos con el ordenador o cuando arrastramos carpetas para
constituir una nueva o para cambiarlas de ubicación ñ vamos incorporando pues
todo lo que consideramos la propia identidad, así que dejamos fuera todo lo que
decimos: esto no soy yo. Entonces, quien ha decidido por ejemplo que es fuerte,
cuando se siente débil... o huye de la experiencia que le puede hacer sentirse
débil ( o deflecta, o proyecta o...), o dice: “esto no soy yo”.
Pero claro, si
uno puede sentirse fuerte y débil, ingenuo y perverso, raro y normal... según
con quién, cuándo, cómo, dónde... deja de estar condicionado a tener que ser de
una manera en concreto. Y en la medida en que uno deja de estar condicionado a
tener que ser de una manera en concreto, se va acercando a ese ser cualquier
cosa; a no tener que ser necesariamente de una manera en particular para
sentirse ser, o para sentirse yo o para sentirse bien, entendiendo ese “bien”
aquí como una posición de trato igualitario de lo disfórico y de lo eufórico,
evidentemente. Nuevamente ese matiz.
Pienso en un
ejemplo... Un terapeuta supervisaba conmigo el caso de un chico joven de
veinte-y-pocos años que se atormentaba mucho por ser inseguro y miedoso, y
decía: “No, es que yo soy seguro, yo no soy miedoso, lo que pasa es que me
ataca el miedo”. Y claro, ahí estaba la raíz del conflicto, porque si esa
persona se pudiera sentir (ser) tanto seguro como inseguro, si se pudiera
sentir ser tanto el “me”, como el “miedo”, como el “ataca” de la última frase (
“me/ ataca/ el miedo”), dejaría de luchar tanto, dejaría de gastar toda la
energía que gasta para protegerse de sentirse inseguro. Porque podría sentirse
ser en todos esos archivos de identidad. Porque estaría comprendiendo que una
cosa es la identidad y otra sus registros, sus formas.
Ahí ser nada, es
decir, nada en particular, sería que esta persona pudiera sentirse ser tanto de
una manera como de otra; de tal manera que se ahorrara toda la energía que
gasta para tirar afuera todo lo que viene a la conciencia o a la experiencia
que considera como “ no es yo”. Claro, si se ahorra esa energía en la defensa
-digamos- la tiene disponible para vivir. Así que puede uno vivir con más
energía en el sentido más carburante del término “energía”.
Así que, por
ejemplo, desde ese punto de vista la terapia gestáltica no sería una terapia
emocional solamente, retomemos algo del primer capítulo, porque puede ser
emocional o puede ser corporal, o puede ser cognitiva o puede ser simbólica,
relacional o espiritual; y ese nada se refiere a que no importa tanto la técnica
que uno utilice sino el cómo la utilizamos y el cómo un@ está presente en o a
través de la técnica que utiliza. Y qué resultados obtiene. Y cómo nos sentimos
con esos resultados que obtenemos. Así que ese nada puede ser dicho como que
muchas acciones son posibles fuera de lo que se entendería clásicamente como
técnica gestáltica, siempre que el terapeuta pueda estar presente a sí mismo,
presente al otro, presente al contacto y presente al entorno o mundo.
La enunciación
de esa posición en mi formulación actual, la que vengo manejando por ahora,
sería: “Ninguna cosa en particular, pero cualquiera y entonces ésa... o no”.
Repito: ninguna cosa en particular porque no es mejor a priori un camino que
otro. No es siempre mejor el abordaje emocional que el abordaje corporal, ni el
abordaje simbólico que el abordaje cognitivo, ni sus viceversas respectivos.
Depende de los casos, de los momentos del proceso, de las circunstancias. Que
cualquiera de las intervenciones atendidas, puestas con conciencia, pueden
entonces ser útiles en principio. Y una vez elegida ésta, entonces, puesto todo
ahí... o no.
Bien, me
interesa reflejar de esta formulación, sobre todo respecto a esa parte final de
“... o no”, que ni siquiera en ese caso hay un apego total a la cosa en sí, y
eso es otra de las maneras de entender el hacer nada. En realidad es la misma
manera que vengo rediciendo de diferentes modos a lo largo del texto. Como lo
dice Cristina Nadal: “Dejarse ser en el hacer, sin hacer para ser”. O sea, con
mis propias palabras, menos sintéticas, “yo estoy haciendo esto que hago - que
es una de las formas posibles que yo tendría de expresar lo que hay ahí dentro
de mí - pero no es más valida que otra, ni menos, y podría hacerlo de esta
manera, o no. En cualquier caso estoy ahí, y no “desconecto” la linterna de la
atención global ( al otro, a mí, a nosotros, al mundo) Y veo de aprender de la
experiencia”
Me parece que
hacer nada es una forma de hacer en la que no nos depositamos del todo en la
acción; que cuando hay acción tenemos presente el contacto con nosotros mismos,
con el mundo interno y con el mundo del contacto, y cuando no hay acción
tenemos presente que podría haberla. Hacer nada en particular significa
entender que no hay una acción necesariamente mejor que otra, y hacer lo
particular con conciencia de lo general. “Actúa localmente, piensa
globalmente”. Significa no depositar el ser en aquello que hago o en el
resultado de aquello que hago. Es como: “yo soy de todas formas - en ambos
sentidos de la frase [de todas formas][9]
- haga esto o haga aquello, haga bien o
haga mal. Haga o deje de hacer, de todas maneras sigo siendo. Aunque con
consecuencias y aspectos diferentes, claro”.
Hacer nada es el
lugar de mirar ahí delante, mirar ahí delante al tiempo que no pierdo la
panorámica global, la mirada panorámica del Don Juan de Carlos Castaneda, la
“mirada de pajarito” de las artes marciales. Es mantener un tipo de contacto
que puede sostener varias figuras al mismo tiempo, sobre un fondo siempre en
movimiento, en el que no me apego a aquello que está ahí pero al mismo tiempo
estoy ahí.
Hacer nada sería
lo opuesto a poner intención, siempre que sustituyamos la intención por la
presencia. Quitar intención en el sentido de desapegarse de querer conseguir
algo concreto, “por encima de todo”; o querer conseguir algo que me beneficie
sólo a mí, o que pase esto para que luego pase aquello, exactamente en ese
orden y no en otro, “que para eso soy yo tan listo...”, por ejemplo.
Pero si lo
contrario de intención es pasotismo no se trata de eso tampoco. No se trata de
pasar de nada, en el sentido popular de la expresión. Cuando uno hace nada
puede estar apasionadamente haciendo nada. Es decir, apasionadamente haciendo
cualquier cosa, como terapeuta o como persona, con la que pueda guardar el
contacto global, en la que yo pueda estar ahí presente, y dejándome nutrir con
el hecho de estar haciendo eso. Punto. Sin más.
Hacer nada es
muy difícil, resultará evidente al lector si no lo era ya previamente, a eso me
refería al principio del capítulo. Es como una especie de sorpresa que ocurre
después de mucho trabajo de hacer y de no hacer. Entonces, a veces, te
encuentras con que estás en un hacer nada de ese tipo. O en un no-hacer que
está produciendo algo que es “todo”, en el sentido de algo inmensamente mayor
de lo esperado, como si se hubiera generado una inesperada progresión
geométrica de energía de una pequeña semilla, mucho... Como cuando le
preguntaban a Jhon Lennon que qué hacía Yoko Ono en la orquesta y aquél decía
con sorna que “simplemente, deja pasar el aire” ( refiriéndose a que se
encargaba de los instrumentos de viento, claro)
Creo que para
poder llegar a ese estado ideal, que es un regalo de la vida, una cosa que a
uno a veces le puede llegar a suceder y a la que podemos llegar a sucederle ñ
con aptitudes, trabajo, Trabajo y Gracia - es necesaria me parece toda una
tarea previa y dedicada de reducción del hacer. Pero cuando reducimos el hacer,
algo con lo que nos encontramos normalmente es vacío, angustia y ansiedad, entre
otras cosas. Entonces, en la medida en que vamos conviviendo con el vacío,
vamos aprendiendo a cohabitar con la angustia, haciéndonos amigos de la
ansiedad, ahí puede llegar a producirse un estado en el que necesitamos hacer
menos. También frecuentemente nos encontramos ahí con la depresión; en este
hacer menos un@ se encuentra fácilmente con el agujero negro, con la Noche
Oscura. Entre otras consideraciones y factores, porque deprimimos la excitación
necesaria para la vida y almacenamos (innecesariamente), o desviamos
deflectivamente, una gran parte de la energía. En la medida en que nos vamos
quedando, vamos aprendiendo, mirando, vamos estando ahí... ya no condicionamos
el hacer a la cantidad sino a la cualidad del mismo, entendiendo aquí cualidad
como esa actitud doble de estar comprometido y desapegado. Pero sin una
reducción del hacer como paso previo no creo que eso sea posible. O sólo en muy
contados y excepcionales casos quizás.
...Y el corazón,
claro... Y el cuerpo, claro. ¡Cómo no¡ Todo esto no funciona, no tiene ningún
sentido “verdadero” si no hay un corazón compasivo, depurado, transformado y
generoso que esté ahí calentando, humedeciendo y dándole tono a ese hacer nada.
Si decía que sin una cierta reducción previa del hacer me parece difícil llegar
a ese hacer nada, sin un corazón con experiencia del dolor y de la alegría, del
vacío y del desierto, del éxtasis y del infierno amoroso, de la expansión y de
la contracción emocional, de la baja resiliencia o de la rotura simbólica...
todavía es más difícil. Vamos, sinceramente me parece imposible en el sentido
que he venido dándole a la expresión. O posible pero dañino, que es peor.
Dañino porque cuando el corazón se ausenta aparece lo peor de la máquina: el
sadismo, el narcisismo ciego, el abuso, la violencia...
Y por la misma
razón y para acabar, algo similar ocurre con el cuerpo. Para hacer nada me
parece que hace falta un entrenamiento corporal en aspectos como la meditación
( la experiencia de conocer sensorialmente el vacío, por ejemplo), el manejo y
control de la respiración, haber instalado formas personales de desbloqueo
muscular, el aprendizaje de la relajación muscular sobre todo en situaciones de
stress para saber ponerse blando; el sostenimiento óseo, articular y muscular
de la vibración en experiencias de expansión; el contacto profundo con los
ritmos corporales sutiles y con los micro-movimientos espontáneos o
parasimpáticos; la experiencia de la explosión catártica y el regreso al estado
habitual u ordinario de un modo engrasado. Etcétera. En definitiva, una
estructura corporal sostenedora, blanda y afinada que sostenga la enorme
transformación de la conciencia que puede llegar a producir el aprendizaje y la
experiencia de hacer nada.
“El que se
vuelve nada, en Él se perderá.
El mosto puro volverá al corazón de la
tinaja.”.Nurbakhsh[10]
[1] En V.V.A.A.: Matrix. Machine Philosophique. Ellipses. Paris . 2003. p. 24
[2] www.luiseduardo-aute.com
[3] ¡Ay, Memo, qué fortuna el haberte encontrado
en la vida... ¡
[4] Borges, J.L.: Historia de
la eternidad. Alianza. Bolsillo. 4ª reimpresión. Madrid. 1999. P.21-22
[5] Es un falso catalanismo
que aprovecho para hacer con él un juego de palabras. Significa algo así como
mirar fina o escrupulosamente. Aunque en catalán prim es fino, pero también
delgado. Así que también podríamos traducirlo como mirar ajustadamente.
[6] Perls, F.: Sueños y existencia. Cuatro Vientos. Santiago
de Chile.1974. P.69
[7] Rams, A.: Clínica… Obra
citada De hecho el asunto es bastante anterior. Con 16 años escribía una obrita
de teatro, de esas que se representaban en el colegio, que se titulaba
precisamente así: “Nadie”.
[8] No dispongo en este
momento de esa segunda palabra. No aparece transcrita.
[9] Es decir. 1. En cualquier
caso, de todos modos;
y 2. De
todas las formas posibles
[10] Diego, C. Y Piruz, M.:
“El simbolismo de la copa. Adaptación de la obra del Dr. Nurbakhsh”. Sin más
referencias. Supongo que tomado de Nurbakhsh, Javad: Diwan de poesía. Ed.
Trotta. Madrid. 2001.
en "Veinticinco años de Gestalt: memorias de un gestaltista precoz". Ediciones La Llave. Barcelona. 2004. Págs.223-238.